SINOPSIS:
Una babosa hembra puede poner un millón y medio de huevos al año. En una
pequeña población norteamericana, mientras todos duermen, una nueva especie de
babosas está creciendo y multiplicándose en los húmedos y oscuros sótanos.
Están desarrollando nuevos gustos de sangre, y de carne… ¡De carne humana!
COMENTARIO:
Babosas. Esos resbaladizos y blanditos pegotes
de carne con cuernos e inofensivos dientecitos, que viven
apaciblemente en la huerta de todo buen vecino, alimentándose de vegetales y ,
en raras ocasiones, de pequeños insectos. Al contrario que el caracol - que
saca sus cuernos al sol - estas son nocturnas. Y, hermafroditas, las babosas
más fértiles son capaces de poner medio millón y medio de huevos al año. Encantadoras, ¿verdad? . Que yo recuerde, jamás he visto una de cerca.
Es por ello que agradezco mucho el haber podido contemplar tantas juntas en la película de Juan Piquer
Simón, Slugs, muerte viscosa.
El Ed Wood español lo llamaban, y
es que nuestro querido director valenciano, más conocido como J.P Simón, nos
dejó un cine muy particular. Si bien Ed Wood fue considerado en su día el peor director de la historia, tres cuartos de
lo mismo se le atribuiría a J.P Simón en nuestra historia del fantaterror
patrio. Sin embargo, y a día de hoy, ambos son figuras de culto de serie B y Z, admiradas y
respetadas por numerosos fans del cine de género.
Después de debutar en el
largometraje en 1977, adaptando el Viaje al centro de la Tierra de Julio
Verne, y de explotar películas como Superman (Richard Donner, 1978) con
la entrañable Supersonic Man (1979) o Viernes 13 (Sean S.
Cunningam, 1980) con la genial Mil gritos tiene la noche (1982), Simón se dedicó, en años posteriores a homenajear
el cine de monstruos y bichos varios y de ciencia ficción de tiempos pasados. Así fue como en 1988, y en coproducción con
Estados Unidos, cogió un buen montón
de inofensivos “caracoles sin concha” y
los convirtió en babosas gigantes- mutantes – carnívoras en Slugs, muerte viscosa. Es inevitable pensar en la clara influencia
de cintas como Squirm (Jeff Lieberman, 1977) o El terror llama a su
puerta (Fred Dekker, 1986), aunque realmente, Slugs tiene vida
propia y un encanto especial. Eso sí, no
es apta para todos los públicos, ni muchísimo menos. Hay que verla con mirada
despreocupada y saber disfrutarla únicamente desde el punto de vista del simple
y puro entretenimiento, a la vez que hay que saber apreciar la simpatía del
cine de serie B más chungo.
Pese a lo cuestionado que estaba
el director, ciertamente su labor tras las cámaras no era mala en absoluto, la
verdad sea dicha. Es más, Slugs, muerte viscosa está
considerablemente bien dirigida y está acompañada
además, de una estupenda fotografía
(Julio Bragado). ¿Dónde está el fallo entonces? Pues, como venía siendo
habitual en el cine de J.P Simón, en un absurdo y mal construido guión, lleno
de ridículos diálogos y de situaciones inverosímiles. Es una pena que sus responsables, entre los que se encuentran el mismo director
y José Antonio Escrivá (Manos a la obra. Serie TV) no fuesen capaces de
adaptar mejor el texto de la novela en la que está basado. Sí, increíblemente
está basado en un libro, escrito en 1982 por Shaun Hutson . En resumen, que
estos dos amiguetes tomaron prestada una historia que se desarrollaba en más de
trescientas páginas e hicieron lo que les salió de sus partes. Olé por ellos. ¡Viva
el descaro y la poca vergüenza!
Tenemos con ello, y después de una
espectacular introducción, una historia en la que, básicamente, un montonazo de
babosas residentes en las cloacas quieren acabar con toda la población,
metiéndose en sus casas, a través de fregaderos, váteres y ¡¡lechugas!!. La única persona capaz de detener el desastre
es Mike (Michael Garfield) un ciudadano al que nadie cree ni hace el más mínimo
caso, aun habiendo visto, una y otra vez, el resultado de los asesinatos de
estos bichitos.
De un variado reparto internacional , entre los que se encuentra el fetiche de J.P Simón, Emilio
Linder (Mil gritos tiene la noche, La grieta, Al salir de clase), apenas
destaca ninguno, más bien ofrecen unas pésimas interpretaciones, pues la mayoría de los personajes están
totalmente desubicados, sobretodo el de Concha Cuetos (Farmacia de Guardia)
que actúa como si la cosa no fuese con ella. Bueno, la cosa no va prácticamente
con ninguno, ya que aquí todo el mundo prefiere pensar en los placeres de la
vida como son el sexo y el buen comer y beber.
Estamos siendo invadidos por unas babosas gigantes-mutantes- carnívoras,
pero da igual… ¡vamos a follar!.
Bromas aparte, e independientemente de que cueste hablar seriamente de una película
así, Slugs, muerte viscosa tiene
cosas francamente destacables. Tenemos,
por un lado, las bonitas localizaciones . A pesar del bajo presupuesto con el
que contaba J.P Simón, le fue suficiente
para irse a rodar fuera de España. La mayoría de secuencias están filmadas en
el pueblo de Lyons, Nueva York. Pero
como no le dejaron meterse en la maleta a sus adorables babosillas - de denominación asturiana, por cierto - y llevárselas a Estados
Unidos, tuvo que realizar las secuencias de estas las
principales protagonistas en nuestro País.
Por otro lado, y lo mejor del film -con
muchísima diferencia respecto a todo lo demás - son sus memorables secuencias
gore. No nos importa que un hombre se
corte la mano con un hacha si venir a cuento,
que un chico no intente salvar a
su novia desnuda que está siendo devorada lentamente o que a un tipo le estalle
la cabeza y le salgan los “espaguetis” por doquier antes de habérselos comido
. Estas imágenes ya forman parte de la
retina del seguidor más fiel del fantaterror español de serie B. Y es que están francamente bien
realizadas. Es por ello que en 1989 el equipo de efectos especiales fue
galardonado con un merecido premio Goya.
Para mi gusto, ya podrían haber incluido alguna que otra secuencia más de estas sangrientas características, pues
cuando no se producen muertes, la trama es demasiado sosa, pero bueno,
la película merece la pena. Y es
que incluso en las situaciones más absurdas y aburridas, es inevitable perder
la sonrisa , para bien o para mal. Nunca
me ha gustado decir eso de “de lo mala que es, es buena”, pero si existe
una película que da buena fe de ello, esa es Slugs, muerte viscosa. La
recomiendo, por lo tanto, a todo aquel
que sea capaz de entender esta paradójica frase. Abstenerse el resto.